Esta escena que ilustre hace algunas semanas, me hizo sentir de nuevo esa impotencia de niño. Recordé aquella vez que regrese a casa, en esos días de superinflación, en donde los adultos caminaban como Zombies por las calles y se amontonaban en las bodegas gritando ¡AZÚCAAAAAAAAAAR!.. Me senté a la mesa y mi abuela me acerco un plato de sopa, mi nariz me dio la voz de alarma, sentí miradas sobre mi como esperando algo. Me levante y corrí al refrigerador y mi corazón se destrozo, sentí como los pedacitos caían por todo mi cuerpo.
La cabeza de mi Gallo, estaba ahí con la mirada fría, ya no me pondría a leer con el en mi hombro, ya no me picotaeria la cabeza juguetonamente,..mi familia tenia hambre....yo no ......ese día no comí.
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